Cita: Isaías 40:31
“Los que esperan a Jehová, levantaran alas como las águilas”.
Son muchas las lecciones que podemos aprender de la situación
caótica del mundo actual. Debemos aprovechar estas condiciones adversas. Hay
una lección que podemos aprender del águila:
El águila se echa al borde del precipicio y mira los oscuros
nubarrones que por sobre su cabeza están ennegreciendo el cielo. Allí permanece
perfectamente tranquila; mira con un ojo hacia la tormenta y luego con el otro,
mientras los rayos surcan el cielo en diversas direcciones. No mueve una pluma
hasta que siente el primer soplo del viento. Entonces sabe que el huracán la ha
alcanzado. Con un graznido se lanza con su pechuga hacia la tormenta. Usa la
tormenta misma para elevarse hacia el negro cielo. La tormenta la conduce. Dios
desea que esta experiencia se repita en la vida de cada uno de sus hijos. ¡Él
quiere que levantemos las alas como las águilas!
Si miramos el lado oscuro de la vida no llegamos a ninguna
parte, ni cambiamos las condiciones y circunstancias en que nos hallamos. Un conocido
hombre de Dios dijo: “Mis órganos espirituales han estado achacados por un buen
tiempo, he sido en consecuencia un verdadero “aparato”. Pero extendí mis alas,
y he salido a respirar nuevos aires”
Esto nos pasa con
tanta frecuencia: ¡No usamos nuestras alas! Caminamos por el sendero de la vida
como peatones y nos cansamos fácilmente… porque las malas circunstancias de la
vida nos pesan demasiado. De muchas maneras podemos quedar anulados o enfermar
espiritualmente. Entonces nuestro organismo espiritual corre el peligro de
atrofiarse, de perder su brillo, su disposición de ánimo y su discernimiento. Los que nos
mantenemos demasiado pegados al camino de la vida y no respondemos al
llamamiento de las alturas, ¡no tenemos tiempo para respirar las brisas
excelsas de los lugares celestiales!. Pero los que nos volvemos al Señor, al
omnipotente, tenemos el poder de las alas, y levantamos vuelo en nuestro viaje, para entrar al alto cielo de las glorias del Dios altísimo.
“Sobre una frágil rama, que parecía, se iba a quebrar,
estaba un ave parada, disponiéndose a cantar; el viento la sacudía como para
hacerla caer, pero el ave no temía porque un desastre evitaría con solo sus
alas extender”