jueves, 5 de septiembre de 2013

¿DONDE ESTA TU ESPERANZA?



Cita: Isaías 40:31

 
“Los que esperan a Jehová, levantaran alas como las águilas”.

Son muchas las lecciones que podemos aprender de la situación caótica del mundo actual. Debemos aprovechar estas condiciones adversas. Hay una lección que podemos aprender del águila:                                                                                                                                  
El águila se echa al borde del precipicio y mira los oscuros nubarrones que por sobre su cabeza están ennegreciendo el cielo. Allí permanece perfectamente tranquila; mira con un ojo hacia la tormenta y luego con el otro, mientras los rayos surcan el cielo en diversas direcciones. No mueve una pluma hasta que siente el primer soplo del viento. Entonces sabe que el huracán la ha alcanzado. Con un graznido se lanza con su pechuga hacia la tormenta. Usa la tormenta misma para elevarse hacia el negro cielo. La tormenta la conduce. Dios desea que esta experiencia se repita en la vida de cada uno de sus hijos. ¡Él quiere que levantemos las alas como las águilas!

Si miramos el lado oscuro de la vida no llegamos a ninguna parte, ni cambiamos las condiciones y circunstancias en que nos hallamos. Un conocido hombre de Dios dijo: “Mis órganos espirituales han estado achacados por un buen tiempo, he sido en consecuencia un verdadero “aparato”. Pero extendí mis alas, y he salido a respirar nuevos aires”                                                                                               

Esto nos pasa con tanta frecuencia: ¡No usamos nuestras alas! Caminamos por el sendero de la vida como peatones y nos cansamos fácilmente… porque las malas circunstancias de la vida nos pesan demasiado. De muchas maneras podemos quedar anulados o enfermar espiritualmente. Entonces nuestro organismo espiritual corre el peligro de atrofiarse, de perder su brillo, su disposición de ánimo y su discernimiento. Los que nos mantenemos demasiado pegados al camino de la vida y no respondemos al llamamiento de las alturas, ¡no tenemos tiempo para respirar las brisas excelsas de los lugares celestiales!. Pero los que nos volvemos al Señor, al omnipotente, tenemos el poder de las alas, y levantamos vuelo en nuestro viaje, para entrar al alto cielo de las glorias del Dios altísimo.



“Sobre una frágil rama, que parecía, se iba a quebrar, estaba un ave parada, disponiéndose a cantar; el viento la sacudía como para hacerla caer, pero el ave no temía porque un desastre evitaría con solo sus alas extender”