Cita: Isaías 8:17, “El Señor ha escondido su rostro del
pueblo… pero yo esperare en El, pues tengo en El puesta mi esperanza”.
Dios es real sin importar como te sientas.
Cuando las cosas marchan bien en nuestra
vida, es fácil adorar a Dios: cuando nos ha provisto alimento, salud, familia,
amigos y alegría. Pero las circunstancias no siempre son tan agradables. ¿Cómo adoramos
a Dios, entonces? ¿Qué hacemos cuando Dios parece estar a millones de Kilómetros
de distancia? El
grado de adoración más profundo es alabar a Dios a pesar del dolor: agradecer a
Dios durante una prueba y amarlo aunque parezca distante.
La prueba de amistad es la separación y el silencio; cuando
estamos separados por una distancia física o nos vemos imposibilitados de
hablar. En el caso de nuestra amistad con Dios, no siempre nos sentimos
cercanos a Él.
Aparte de Jesús,
David fue quien posiblemente tuvo más amistad con Dios. El Señor tenía el
placer de llamarlo: un hombre conforme a mi corazón (1° Samuel 13:14, Hechos
13:22). Sin embargo David con frecuencia se quejaba de la aparente ausencia de
Dios: Dios mío, ¿Por qué te quedas tan lejos?¿Porque te escondes de mi cuando más
te necesito? (Salmos 10:1). Dios mío, Dios mío, ¿porque me has abandonado?
Lejos estas para salvarme, lejos de mis palabras de lamento (Salmos 22:1) ¿Por
qué me has rechazado? (Salmos 43:2, Salmos 44:23).
Para madurar nuestra
amistad, Dios la pondrá a prueba con periodos de aparente separación: momentos
en que sentiremos que nos abandono o nos olvido. El ha prometido varias veces:
nunca te dejare ni te abandonare (Deuteronomio 31:8, Salmos 37:28, Juan
14:16-18, Hebreos 13:5). Pero Dios no te promete: -Siempre sentirás mi
presencia-. Dios reconoce que a veces oculta su rostro de nosotros (Isaías
45:15).
Oras, pero no pasa nada. Reprendes, pero nada cambia. Le pedís
a los hermanos de la iglesia que oren por vos, confesas todos tus pecados,
ayunas, pero no pasa nada. Comenzas a preguntarte: cuanto tiempo durara esta
penumbra espiritual. ¿Días? ¿Semanas? ¿Meses? ¿Terminara algún día?... Sentís
que tus oraciones rebotan en el techo. Al borde de la desesperación pensas: ¿Qué
me pasa?
La verdad es que ¡Nada está mal! Es una parte normal de la prueba y la maduración de nuestra amistad con Dios. Todos los cristianos atravesamos esta situación por lo menos una vez, y por lo general varias veces. Es dolorosa y desconcertante, pero es absolutamente vital para el desarrollo de la fe. ¿Seguirás amando, confiando, obedeciendo y adorando a Dios aunque no sientas su presencia?
La verdad es que ¡Nada está mal! Es una parte normal de la prueba y la maduración de nuestra amistad con Dios. Todos los cristianos atravesamos esta situación por lo menos una vez, y por lo general varias veces. Es dolorosa y desconcertante, pero es absolutamente vital para el desarrollo de la fe. ¿Seguirás amando, confiando, obedeciendo y adorando a Dios aunque no sientas su presencia?
La adoración
no es la búsqueda de un sentimiento, incluso si se trata de uno de intimidad
con Cristo. En realidad, Dios suele retirar nuestros sentimientos para que no
dependamos de ellos. Pero a medida que crecemos en la fe, nos aparta
gradualmente de esas dependencias.
Dios está siempre presente, aunque no estemos conscientes de
Él; su presencia es demasiado profunda como para medirla con meras emociones.
El quiere que sientas su presencia, pero prefiere que confíes en El aunque no
lo sientas. A Dios le agrada la fe, no los sentimientos.
Las situaciones que mas apelaran a tu fe serán aquellas
cuando tu vida se derrumbe y no puedas percibir a Dios. Fue lo que le sucedió a
Job. En un solo día perdió todo: su familia, su negocio, todas sus posesiones y
luego su salud. Fue de lo más desalentador: ¡Por 37 capítulos Dios no dijo
nada!
¿Cómo podemos alabar a Dios cuando no entendemos lo que pasa
en nuestra vida y El calla? ¿Cómo mantener la vista en Jesús cuando nuestros
ojos están llenos de lágrimas? Hagamos lo que hizo Job: -Se dejo caer en el
suelo en actitud de adoración. Entonces dijo: Desnudo salí del vientre de mi
madre y desnudo he de partir. El Señor ha dado, el Señor ha quitado. ¡Bendito
sea el nombre del Señor! (Job 1:20-21)
Contale a Dios exactamente como te sentís: Derrama tu corazón
ante El. Job lo hizo cuando dijo:
¡No guardare silencio! Estoy amargado y enojado. ¡Tengo que hablar! (Job 7:11).
Gracias a que confiaba en la palabra de Dios, Job pudo mantenerse fiel, aunque
nada parecía tener sentido. Su fe era fuerte en medio del dolor: -Dios podrá matarme
pero todavía confiare en El- (Job 13:15) Dios puede encargarse de las dudas, el
enojo, el temor, el dolor y las preguntas que tengas.
¿Sabes que reconocer tu desesperanza ante Dios puede ser una
afirmación de fe? Es posible confiar en Dios y sentirse afligido al mismo
tiempo. David escribió: Aunque digo: me encuentro muy afligido, sigo creyendo
en Dios (Salmos 116:10). Puede parecer una contradicción: confío en Dios, ¡Pero
estoy destrozado! La franqueza de David en realidad revela una profunda fe. En primer
lugar, creía en Dios. Segundo, creía que Dios escuchaba su oración. Tercero, creía
que Dios le permitiría decir lo que sentía y lo seguiría amando.
No te preocupes por tus preocupaciones. El carácter de Dios
no cambia con las circunstancias. La gracia de Dios todavía tiene toda su
fuerza; El está a tu lado. Aunque a veces no lo sientas.