viernes, 6 de septiembre de 2013

CUANDO DIOS PARECE DISTANTE


 
Cita: Isaías 8:17, “El Señor ha escondido su rostro del pueblo… pero yo esperare en El, pues tengo en El puesta mi esperanza”.

Dios es real sin importar como te sientas.                     
Cuando las cosas marchan bien en nuestra vida, es fácil adorar a Dios: cuando nos ha provisto alimento, salud, familia, amigos y alegría. Pero las circunstancias no siempre son tan agradables. ¿Cómo adoramos a Dios, entonces? ¿Qué hacemos cuando Dios parece estar a millones de Kilómetros de distancia? El grado de adoración más profundo es alabar a Dios a pesar del dolor: agradecer a Dios durante una prueba y amarlo aunque parezca distante.

La prueba de amistad es la separación y el silencio; cuando estamos separados por una distancia física o nos vemos imposibilitados de hablar. En el caso de nuestra amistad con Dios, no siempre nos sentimos cercanos a Él.                                                                                                                                                               
Aparte de Jesús, David fue quien posiblemente tuvo más amistad con Dios. El Señor tenía el placer de llamarlo: un hombre conforme a mi corazón (1° Samuel 13:14, Hechos 13:22). Sin embargo David con frecuencia se quejaba de la aparente ausencia de Dios: Dios mío, ¿Por qué te quedas tan lejos?¿Porque te escondes de mi cuando más te necesito? (Salmos 10:1). Dios mío, Dios mío, ¿porque me has abandonado? Lejos estas para salvarme, lejos de mis palabras de lamento (Salmos 22:1) ¿Por qué me has rechazado? (Salmos 43:2, Salmos 44:23). 
 Para madurar nuestra amistad, Dios la pondrá a prueba con periodos de aparente separación: momentos en que sentiremos que nos abandono o nos olvido. El ha prometido varias veces: nunca te dejare ni te abandonare (Deuteronomio 31:8, Salmos 37:28, Juan 14:16-18, Hebreos 13:5). Pero Dios no te promete: -Siempre sentirás mi presencia-. Dios reconoce que a veces oculta su rostro de nosotros (Isaías 45:15).
Oras, pero no pasa nada. Reprendes, pero nada cambia. Le pedís a los hermanos de la iglesia que oren por vos, confesas todos tus pecados, ayunas, pero no pasa nada. Comenzas a preguntarte: cuanto tiempo durara esta penumbra espiritual. ¿Días? ¿Semanas? ¿Meses? ¿Terminara algún día?... Sentís que tus oraciones rebotan en el techo. Al borde de la desesperación pensas: ¿Qué me pasa?     
La verdad es que ¡Nada está mal! Es una parte normal de la prueba y la maduración de nuestra amistad con Dios. Todos los cristianos atravesamos esta situación por lo menos una vez, y por lo general varias veces. Es dolorosa y desconcertante, pero es absolutamente vital para el desarrollo de la fe. ¿Seguirás amando, confiando, obedeciendo y adorando a Dios aunque no sientas su presencia? 

La adoración no es la búsqueda de un sentimiento, incluso si se trata de uno de intimidad con Cristo. En realidad, Dios suele retirar nuestros sentimientos para que no dependamos de ellos. Pero a medida que crecemos en la fe, nos aparta gradualmente de esas dependencias.                                                                                             
Dios está siempre presente, aunque no estemos conscientes de Él; su presencia es demasiado profunda como para medirla con meras emociones. El quiere que sientas su presencia, pero prefiere que confíes en El aunque no lo sientas. A Dios le agrada la fe, no los sentimientos.

Las situaciones que mas apelaran a tu fe serán aquellas cuando tu vida se derrumbe y no puedas percibir a Dios. Fue lo que le sucedió a Job. En un solo día perdió todo: su familia, su negocio, todas sus posesiones y luego su salud. Fue de lo más desalentador: ¡Por 37 capítulos Dios no dijo nada!
¿Cómo podemos alabar a Dios cuando no entendemos lo que pasa en nuestra vida y El calla? ¿Cómo mantener la vista en Jesús cuando nuestros ojos están llenos de lágrimas? Hagamos lo que hizo Job: -Se dejo caer en el suelo en actitud de adoración. Entonces dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo he de partir. El Señor ha dado, el Señor ha quitado. ¡Bendito sea el nombre del Señor! (Job 1:20-21)

Contale a Dios exactamente como te sentís: Derrama tu corazón ante El. Job lo hizo cuando dijo: ¡No guardare silencio! Estoy amargado y enojado. ¡Tengo que hablar! (Job 7:11). Gracias a que confiaba en la palabra de Dios, Job pudo mantenerse fiel, aunque nada parecía tener sentido. Su fe era fuerte en medio del dolor: -Dios podrá matarme pero todavía confiare en El- (Job 13:15) Dios puede encargarse de las dudas, el enojo, el temor, el dolor y las preguntas que tengas.

¿Sabes que reconocer tu desesperanza ante Dios puede ser una afirmación de fe? Es posible confiar en Dios y sentirse afligido al mismo tiempo. David escribió: Aunque digo: me encuentro muy afligido, sigo creyendo en Dios (Salmos 116:10). Puede parecer una contradicción: confío en Dios, ¡Pero estoy destrozado! La franqueza de David en realidad revela una profunda fe. En primer lugar, creía en Dios. Segundo, creía que Dios escuchaba su oración. Tercero, creía que Dios le permitiría decir lo que sentía y lo seguiría amando.


No te preocupes por tus preocupaciones. El carácter de Dios no cambia con las circunstancias. La gracia de Dios todavía tiene toda su fuerza; El está a tu lado. Aunque a veces no lo sientas. 

BUSCANDO TENER LOS OJOS DE DIOS - PARTE 2


                                                 
                                    2° Parte (Ultima)

Cita: Filipenses 2:1 “La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús”

Los que sirven a Dios piensan en su trabajo, no en lo que otros hacen. No comparan, critican ni compiten con otros que también sirven o tienen un ministerio. Están muy ocupados haciendo el trabajo que Dios les asigno. La competencia entre los que sirven a Dios es ilógica por muchas razones: todos estamos en el mismo equipo; nuestra meta es complacer a Dios, no a nosotros mismos; tenemos distintas tareas y todos fuimos creados con cierta singularidad. Pablo dijo: No se comparen unos con otros, como si uno de ustedes fuera mejor o peor que el otro. Tenemos mejores cosas que hacer en nuestras vidas. Cada uno de ustedes es un original (Gálatas 5:26). No hay lugar para celos mezquinos entre los que sirven. Cuando estas ocupado en servir no tienes tiempo para criticar; el tiempo que gastas en criticar a otros debes usarlo para ministrar.
Cuando Marta se quejo con Jesús de que María no la estaba ayudando con su trabajo, perdió su corazón de sierva.                          Los que sirven verdaderamente no se quejan de las injusticias, no viven lamentándose ni se resienten con quienes no están sirviendo. Solo confían en Dios y se mantienen sirviendo.                                   
No es nuestro trabajo evaluar a otros que también están sirviendo al Señor. La biblia dice: ¿Quién eres tú para criticar al siervo de otro? El Señor decidirá si su siervo ha hecho lo correcto (Romanos 14:4). Tampoco es nuestro trabajo defendernos de la crítica, deja que tu Señor lidie con eso. Sigue el ejemplo de Moisés, que mostró una verdadera humildad ante sus opositores; como Nehemías, cuya respuesta a las críticas fue simple: Estoy ocupado… Si bajara yo a reunirme con ustedes la obra se vería interrumpida (Nehemías 6:3). Si sirves como Jesús, puedes esperar ser criticado. El mundo, aun en las iglesias, no entienden lo que Dios valora en el servicio.

Uno de los actos más hermosos de amor mostrado por Jesús fue 
criticado por sus discípulos. María tomo lo más valioso que tenia, un perfume costoso, y lo vertió sobre Jesús. A tan esplendido servicio los discípulos lo llamaron: derroche, sin embargo, Jesús lo llamo una obra hermosa (Mateo 26:10) y eso es lo que importa. Tu servicio por Cristo nunca es considerado como una perdida aunque otros lo digan.

Los que sirven a Dios basan su identidad en Cristo. Dado que ellos recuerdan que fueron amados y aceptados por gracia, los que sirven no tienen que probar su merito. Voluntariamente aceptan tareas que otras personas, inseguras, consideran inferiores. Uno de los ejemplos más conmovedores de servicio es la imagen misma que Jesús muestra cuando les lava los pies a sus discípulos. Jesús sabia quien era El, de manera que la tarea no amenazaba su propia imagen. La biblia dice que Jesús sabia que el Padre había puesto todas las cosas bajo su dominio, y que había salido de Dios y a El volvía; así que se levanto de la mesa, se quito el manto y se ato una toalla a la cintura (Juan 13:3-4)                                                       

Si pensás servir, debes tener muy definida tu identidad en Cristo. 
Solo las personas seguras pueden servir, las inseguras siempre se preocupan de cómo pueden ser vistos por los demás. Temen manifestar sus debilidades y ocultan, bajo mantos protectores, su orgullo y pretensión.                                                           
  Cuando basas tu valor y tu identidad en tu relación con Cristo, te liberas de las expectativas de otros, y eso te permite servir con lo mejor de vos.

Los que sirven a Dios piensan en el ministerio como una oportunidad, no como una obligación. Disfrutan ayudando a la gente, supliendo sus necesidades y realizando su ministerio. Sirven al Señor con regocijo (Salmos 100:2) ¿Por qué lo hacen con regocijo? Porque aman al Señor y están agradecidos por su favor; saben que servir es el mejor uso que pueden darle a su vida y que Dios ha prometido recompensarlos. Jesús dijo: A quien me sirva, mi padre lo honrara (Juan 12:26). Pablo, por su parte, afirmo: porque Dios no es injusto como para olvidarse de las obras y del amor que, para su gloria, ustedes han mostrado sirviendo a los santos, como lo siguen haciendo (Hebreos 6:10).

Punto de reflexión: Para ser siervo debo pensar como siervo.


Pregunta para considerar: ¿Me preocupo más por ser servido que por servir a otros?                                                                      

BUSCANDO TENER LOS OJOS DE DIOS - PARTE 1



1° Parte

Cita: NÚMEROS 14:24
“Mi siervo Caleb… ha mostrado una actitud diferente y me ha sido fiel”

Para servir se requiere un cambio de pensamiento y de actitud. Dios está más interesado en POR QUE hacemos las cosas que en lo QUE HACEMOS. Las actitudes cuentan más que los hechos. El rey Amasias perdió el favor de Dios porque hizo lo correcto ante los ojos del Señor, aunque no de todo corazón (2° Crónicas 25:2)

Los que sirven a Dios piensan en 5 actitudes:

1. Los que sirven a Dios piensan más en otros que en sí mismos,
2. Se enfocan en los demás, no en ellos mismos
3. Esto es verdadera humildad, no pensar menos de, sino menos en, nosotros mismos.
4. Se olvidan de sí mismos. Pablo dijo: olvídense de ustedes mismos lo suficiente para que extiendan una mano ayudadora (Filipenses 2:4)
5. Esto significa, dejar de enfocarnos solo en nuestras propias necesidades, comenzamos a advertir las que yacen alrededor nuestro.
Jesús se despojo de si mismo tomando forma de siervo (Filipenses 2:7) ¿Cuándo fue la última vez que te despojaste a vos mismo para beneficiar a alguien? No podes ser siervo si estas lleno de vos mismo. Solo cuando nos olvidamos de nosotros mismos podemos hacer cosas que merecen ser recordadas.                         Desafortunadamente, la mayoría de nuestro servicio es a menudo auto-gratificante. Servimos a otros para que les gustemos, para ser admirados o para lograr nuestras propias metas. Eso es manipulación, no ministerio. Todo el tiempo lo que realmente hemos estado pensando es en nosotros mismos y en cuan nobles y maravillosos somos. Algunas personas tratan de usar el servicio como una herramienta de negociación con Dios: Haré esto por ti oh Dios, si haces algo por mí. Los verdaderos siervos no tratan de usar a Dios para sus propósitos, dejan que El los use para el suyo. La abnegación es el alma del servicio.                                                                                                                                                                                       
¿Cómo reaccionas al ser mandado por alguien o tratado como un inferior? La biblia dice: Si alguien toma ventajas injustas sobre ti, usa la ocasión para practicar la vida de siervo (Mateo 5:41).                                                                                            

Los que sirven piensan como mayordomos, no como dueños, recuerdan que todo le pertenece a Dios.   En la biblia un mayordomo era un siervo al que se le confiaba una propiedad. José fue este tipo de siervo, como prisionero, en Egipto, Potifar confió en el entregándole su casa. Después el carcelero confió en el dándole autoridad en la cárcel. Al fin de la historia, Faraón confió en él y le dio la nación entera.                      
El servicio y la mayordomía van juntas (1° Corintios 4:1), puesto que Dios espera de nosotros que seamos dignos de confianza en ambos aspectos. La biblia dice: la única cosa que se requiere para ser tales siervos es que sean fieles a su señor (1°Corintios 4:2).

¿Cómo estas manejando los recursos que Dios te dio? Muchas personas se alejan del servicio debido al materialismo que a cualquier otra cosa. Dicen: después de que cumpla mis metas financieras, voy a servir a Dios. Esa es una decisión necia, que lamentaran por la eternidad. Cuando Jesús es tu Señor el dinero te sirve, pero si el dinero es tu señor, te conviertes en esclavo de él. La biblia es muy clara: Si ustedes no han sido honrados en el uso de las riquezas mundanas ¿Quién les confiara las verdaderas? (Lucas 16:11).                                                 

jueves, 5 de septiembre de 2013

¿DONDE ESTA TU ESPERANZA?



Cita: Isaías 40:31

 
“Los que esperan a Jehová, levantaran alas como las águilas”.

Son muchas las lecciones que podemos aprender de la situación caótica del mundo actual. Debemos aprovechar estas condiciones adversas. Hay una lección que podemos aprender del águila:                                                                                                                                  
El águila se echa al borde del precipicio y mira los oscuros nubarrones que por sobre su cabeza están ennegreciendo el cielo. Allí permanece perfectamente tranquila; mira con un ojo hacia la tormenta y luego con el otro, mientras los rayos surcan el cielo en diversas direcciones. No mueve una pluma hasta que siente el primer soplo del viento. Entonces sabe que el huracán la ha alcanzado. Con un graznido se lanza con su pechuga hacia la tormenta. Usa la tormenta misma para elevarse hacia el negro cielo. La tormenta la conduce. Dios desea que esta experiencia se repita en la vida de cada uno de sus hijos. ¡Él quiere que levantemos las alas como las águilas!

Si miramos el lado oscuro de la vida no llegamos a ninguna parte, ni cambiamos las condiciones y circunstancias en que nos hallamos. Un conocido hombre de Dios dijo: “Mis órganos espirituales han estado achacados por un buen tiempo, he sido en consecuencia un verdadero “aparato”. Pero extendí mis alas, y he salido a respirar nuevos aires”                                                                                               

Esto nos pasa con tanta frecuencia: ¡No usamos nuestras alas! Caminamos por el sendero de la vida como peatones y nos cansamos fácilmente… porque las malas circunstancias de la vida nos pesan demasiado. De muchas maneras podemos quedar anulados o enfermar espiritualmente. Entonces nuestro organismo espiritual corre el peligro de atrofiarse, de perder su brillo, su disposición de ánimo y su discernimiento. Los que nos mantenemos demasiado pegados al camino de la vida y no respondemos al llamamiento de las alturas, ¡no tenemos tiempo para respirar las brisas excelsas de los lugares celestiales!. Pero los que nos volvemos al Señor, al omnipotente, tenemos el poder de las alas, y levantamos vuelo en nuestro viaje, para entrar al alto cielo de las glorias del Dios altísimo.



“Sobre una frágil rama, que parecía, se iba a quebrar, estaba un ave parada, disponiéndose a cantar; el viento la sacudía como para hacerla caer, pero el ave no temía porque un desastre evitaría con solo sus alas extender”